Te olvidaste de darme los buenos días, y mis besos de buenas noches se fueron apagando
Empezar una nueva vida era lo que tocaba. No iba a ser nada fácil, muchos cambios en poco tiempo. Nuevos libros, nuevas caras…todo se hacía tan raro, tan nuevo. Era un cambio fuerte, dejar de lado su antiguo colegio donde había conocido a la mayoría de sus amigos y a aquellos que pueden considerarse compañeros o conocidos, donde había pasado la mayor parte de los 12 años que había estado allí, donde había vivido momentos buenos y otros que no lo fueron, donde había conocido y había sentido la verdadera amistad, dejando la teoría y llevándola a la práctica. Dejaba lo que había sido su vida hasta ahora. Cruzó los límites de lo que conocía para lanzarse a la primera gran aventura de su vida. Una aventura a la que miedo o respeto, quizá una mezcla, tenia. Iba a ser duro cambiarlo todo y hacerlo sola, sin los suyos, sin su gente, sin todo aquello que había sido su día a día. Y como las cosas de palacio, esto también debía ir despacio. Una nueva clase, gente que se conocía y otros que se presentaban. Se entablaban conversaciones, miradas que se cruzaban y relaciones que comenzaban. Un nuevo curso lleno de días para vivir comenzaba. Dejando a otro lado los estudios, había algo casi más importante, personas que cambiarían su día a día. La confianza fue llegando, dando paso a los secretos y las confidencias. Las conversaciones sobre cualquier tema y los consejos iban haciendo que aquello que parecía tan difícil, encontrar a alguien nuevo con quien poder hablar y desahogarse, no lo fuera. Las sonrisas en esos días de invierno donde el cielo es gris intenso, hacían que ese cielo entristecido por sus colores, tornase blanco neutro y casi se vieran unos rayos de sol, cambiaban cada mañana. Aquellos abrazos, que demostraban tanto en tan poco tiempo la hacían sentirse afortunada. Podía contar sin miedo al daño, al fracaso. Pocas veces las primeras impresiones son las reales, y esta fue una de esas pocas. No se había equivocado al ver en ella una persona transparente y clara, pura y con aquella gran capacidad para abrirse hueco en cualquier corazón que la supiera valorar. Aquello, esa relación, poco a poco iba siendo más especial, tantos momentos en tan solo unos meses hacían que pareciera que se conocían de antes, que habían pasado más tiempo juntas del que realmente habían pasado. Era como si se conocieran de otra vida, desde siempre. No todo podía ser color de rosa, momentos malos pasó y ella, ella estaba ahí siempre. Para darla escucharla, buscar una solución a sus problemas, sacarla una sonrisa y hacerla sentir especial con un abrazo que la hacía casi llorar. Cuando empezó a no verle salida a sus laberintos de pensamientos, cuando no encontraba la salida correcta, cuando pensó huir, cuando empezó a perder las ganas y pensó tirar la toalla, ahí estuvo ELLA. Para hacerla pensar que el mundo no se acaba con cualquier problema, para sacarla una sonrisa y a la vez unas lágrimas con tan solo unas palabras. Sonreía por tenerla a su lado, lloraba por tenerla, por darse cuenta de que había encontrado a alguien que estaba siendo muy importante en su vida, no solo por estar en los buenos, sino también en los malos y abrirla los ojos en muchos casos. Y hoy, la debe tanto…que necesita una vida a su lado para poder agradecérselo. Necesita saber que la tiene cerca, saber que es ella, única y especial como siempre lo ha sido. Un gran apoyo, una gran sonrisa, una parte que la complementa. Y sabes…hoy se alegra de tenerla en su vida, me alegro de tenerte en mi vida.

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